Las «elles» perdidas

Es algo sabido que las lenguas cambian con el tiempo. La palabra del Latín «ŏcŭlum» que los romanos que invadieron la península ibérica hace 2.000 años debían pronunciar más o menos como «oculo» /’o.ku.lo/, pasó a pronunciarse unos siglos más tarde – en el Latín vulgar peninsular de los primeros siglos de nuestra era – como «oclo» /’o.klo/, después como «ocllo» /’o.kλo/, inmediatamente como «ollo»- /’o.λo/ – y a partir de ahí cada romance peninsular tomó un camino diferente: el catalán optó por dejar caer la ‘o’ final y cerrar la ‘o’ inicial: ‘ull’ (/uλ/); el galaico-portugués conservó esa pronunciación: ‘ollo/olho’ – /’o.λo/ -; el asturiano-leonés diptongó la´o’ inicial: ‘uello’ – /’we.λo/ -; y el incipiente romance castellano pasó a pronunciar la consonante líquida palatal /λ/ de ‘ollo’ primero como una africada dental /’o.dƷo/ – tal como se pronuncia hoy en Madrid la palabra ‘pollo’: /’po.dƷo/ – y mucho más tarde, ya por el siglo XVII, como una fricativa sorda velar, la actual «jota» /x/ de ‘ojo’ – /’o.xo/.

Todo esto viene a cuento porque, en general, estos cambios en la pronunciación son imperceptibles entre una generación y la siguiente. Son cambios que se producen muy lentamente, a lo largo de varias generaciones, y seguramente nunca se dio el caso de que unos padres pronunciasen /’0.kλo/ y sus hijos pronunciasen de repente /’o.dƷo/. Y sin embargo, en mi generación hemos asistido «en directo» a la pérdida de un fonema – de un sonido – en el castellano hablado de Burgos, cosa verdaderamente notable. Mis abuelos, mis padres y mis tíos siempre han pronunicado la «ll» como una consonante líquida palatal, como una /λ/: «pollo» o «llover» lo pronuncian como /’po.λo/ y /λo.’βer/, tal como la pronuncian actualmente los vascos o los catalanes. En cambio, los burgaleses de mi generación, la de mis primos de Burgos – y la de sus hijos – pronuncian ya esas palabras como «poyo» /’po.jo/ y «yover» /jo.’βer/. No sé cuál es la causa, ya que en teoría ellos – mis primos, sobre todo los que tienen mi edad  – aprendieron a hablar oyendo a sus padres, a los abuelos y a todo el mundo en Burgos pronunciar la «elle» como /λ/. ¿Por qué ellos la pronuncian como «eye» /j/? Misterio.

Ciertamente el cambio de «elle» /λ/ a «eye» /j/ es un cambio normal y frecuente en muchas lenguas – en castellano seguramente ya se dio hace 1.500 años al pasar de «ollo» /’o.λo/ a /o.dƷo/, muy probablemente a través de una pronunciación intermedia «oyo» /o.jo/ -, pero es curioso constatar ese cambio en el curso de una sola generación y «en directo».

Requiescat in pace, «elle».

Stephen Fry’s Planet Word (Episode 1)

Cuatro vídeos de Youtube con las cuatro partes del primer episodio de la serie sobre el lenguaje y las lenguas humanas Planet Word producida por la BBC2 y presentada por Stephen Fry. Los vídeos están en inglés, pero incluso si solo sabes un poco de inglés, inténtalo: el inglés británico de Stephen Fry se entiende muy bien (para ser inglés….) y resulta una delicia oírle.

Episodio 1: parte 1 de 4

Episodio 1: parte 2 de 4

Episodio 1: parte 3 de 4

Episodio 1: parte 4 de 4

Órdago

Cuatro personas (P1, P2, P3 y P4) sentadas alrededor de una mesa. Tiene lugar el siguiente diálogo, que puede durar menos de 20 segundos:

P1 – mus

P2 – hasta allí

P3 – no quito mano

P4 – habla

P1 – paso

P2 – envido

P1 – quiero

P1 – paso

P2 – paso

P3 – paso

P4 – se fue

P1 – no

P2 – no

P3 – no

P4 – sí

P1 – sí

P2 – no

P3 – no

P4 – no

Para cualquier persona que no conozca el juego del mus este diálogo es perfectamente ininteligible y críptico. Por el contrario,  para cualquier jugador de mus es claro y diáfano.

Personalmente no me gustan nada los juegos de mesa en general y los de cartas en particular, con una sola excepción: el mus. Encuentro las reglas y usos de este juego absolutamente  delirantes, divertidas y fascinantes. No es éste el lugar para ponerse a listar tales reglas y usos; en este excelente artículo de la Wikipedia sobre el mus se pueden encontrar. Baste decir que en el mus, una pareja que vaya perdiendo el juego en curso por 39 a cero puede ganarlo de un plumazo si le echa un órdago a la pareja contraria, esta lo acepta y aquélla gana el lance. Es como si en tenis, el tenista que va perdiendo el set por 5 juegos a cero y el juego por 30 a nada le echara un órdago al tenista que va ganando en los siguientes términos: «si gano el siguiente punto en el saque, gano todo el set; si lo pierdo ganas tú el set, si no aceptas mi órdago te apuntas este punto«.

La parte lingüística del juego es igualmente muy interesante. Además de las innumerables expresiones o frases hechas que se utilizan durante el juego («A la mano con un pimiento«, «Aquí se viene llorado«, «Jugador de chica, perdedor de mus«, etc. – ver otros ejemplos en esta página; hay que señalar sin embargo que en algunas regiones como La Rioja, Guipúzcoa y Navarra no se permite hacer comentarios durante la partida) hay cuatro términos frecuentemente utilizados en el juego que delatan su origen vasco:

mus: el mismo nombre del juego – mus – se cree que proviene de la palabra en euskera musu (que significa beso, y también hocico)  y puede hacer referencia a la seña – un gesto de beso –  que se utiliza durante el juego para hacer saber al compañero de juego que llevamos tres reyes y un as, seguramente la mejor jugada que se puede tener en el mus.

órdago: viene de la frase en euskera hor dago, que literalmente significa «ahí está«. Echar un órdago significa jugarse toda la partida a un lance.

envido: viene de la frase en euskera «hemen bi doaz«, que siginifica «aquí van dos» (envidar significa apostar dos piedras o puntos)

amarraco: se refiere a la ficha que vale por 5 piedras o puntos, y curiosamente viene del euskera hamarrako, que significa literalmente «de diez«, seguramente cuando se jugaba con reglas de puntuación diferentes.

Teorías, neutrinos, ciencia y lenguas

La palabra teoría tiene un origen interesante y un uso ambiguo. Su origen es la palabra del griego clásico theōria (θεωρια), de theōrós (θεωρóς, espectador) y esta de theōrein (θεωρειν, mirar, observar) y su significado original era «búsqueda del conocimiento, pensamiento especulativo en pos de la verdad».

Su uso actual es ambiguo porque se puede utilizar para referirse a (i) una o varias hipótesis que intentan explicar un fenómeno determinado y que deben ser probadas o validadas o (ii) un conjunto de postulados que conforman un modelo que explica satisfactoriamente una parte específica del mundo en el que vivimos. La primera acepción es la que le damos a la palabra teoría cuando decimos algo como «tengo una teoría sobre las causas de la crisis económica» (pero no sé si mi teoría es cierta y habría que comprobarlo). La segunda acepción es la que se utiliza cuando se habla de la Teoría de la Evolución de las especies mediante el proceso de la Selección Natural o de la Teoría de la Relatividad. Tanto la Teoría de la Evolución como la Teoría de la Relatividad son en realidad modelos que explican de manera satisfactoria (es decir, de una forma que concuerda con las observaciones y evidencias disponibles hasta ahora) el funcionamiento del mundo que nos rodea en lo que se refiere al origen y evolución de la vida (Teoría de la Evolución) o al comportamiento de las ondas electromagnéticas y de las partículas atómicas y subatómicas.  Estas Teorías (nótese que en esta segunda acepción la palabra se suele escribir en mayúscula) están avaladas y respaldadas por decenas de años de observaciones y experimentos científicos, por lo que en sí no necesitan ser comprobadas – ya lo han sido ampliamente – como en la primera acepción, aunque su validez sigue estando sujeta a que no se descubran nuevas evidencias que las rebatan (o que rebatan parte del modelo). Si ese fuera el caso, habría que cambiar toda o parte de la Teoría para que fuese compatible con la nueva evidencia.

Aquí es donde entran en juego los neutrinos. En los últimos días se han hecho públicos los resultados de un experimento hecho por el CERN con haces de neutrinos en el marco del proyecto OPERA. La noticia saltó a la luz por la publicación en Internet de estos resultados (“Measurement of the neutrino velocity with the OPERA detector in the CNGS beam”). En este post de un blog científico (en castellano) se da una explicación detallada y comprensible del experimento, de sus resultados y de las consecuencias que se derivarían de confirmarse dichos resultados. Explicado muy por encima, el experimento al que hace mención este artículo dio como resultado – según sus autores – que un haz de neutrinos enviados desde un laboratorio de Ginebra hasta otro laboratorio situado a 730 km de distancia, en Italia central, había llegado a su destino 60 ns (sesenta nanosegundos) antes de lo esperado.  Uno pensaría que 60 nanosegundos no es nada (un nanosegundo es la milmillonésima parte de un segundo, es decir que un segundo tiene mil millones de nanosegundos), pero en este tipo de experimentos con partículas subatómicas los mecanismos de medida son de una precisión exquisita – tienen que serlo, por fuerza – y en este caso, donde se manejan velocidades próximas o iguales a la de la luz, una diferencia de 60 nanosegundos en una distancia de 730 km es todo un mundo: la precisión de la distancia  de 730 km entre los dos laboratorios, medida por técnicas de GPS, es de 20 centímetros y en 60 nanosegundos un neutrino  recorre unos 18 metros. El quid de la cuestión está en que si las mediciones son correctas y fiables – y de momento no se han encontrado errores en las mismas – los neutrinos habrían viajado a un velocidad ligeramente mayor que la velocidad de la luz. Esto contradice total y absolutamente el modelo de la Teoría de la Relatividad, que establece claramente como uno de sus axiomas que nada puede viajar a una velocidad superior a la velocidad a la que viaja la luz en el espacio. De confirmarse estas observaciones, habría que replantear parte de la Teoria de la Relatividad.

Aquí entra en juego la Ciencia, o mejor dicho. el Método Científico, y el experimento de los neutrinos es un buen ejemplo de cómo funciona esto. En primer lugar, en el artículo publicado los físicos que han diseñado y realizado el experimento explican con todo detalle cómo han planteado el experimento, cómo y con qué técnicas se han realizado las mediciones, cuál es el margen de fiabilidad esperado de dichas mediciones y cuáles han sido los resultados. Inmediatamente el artículo se somete a lo que se llama «peer-review», es decir que pasa a ser revisado minuciosamente por otros físicos de laboratorios, centros de investigacion y universidades de todo el mundo. En este caso, y dado lo inesperado de los resultados y las consecuencias que supondrían de confirmarse para las leyes fundamentales de la física que actualmente se aceptan de forma universal, la comunidad científica pondrá todo su empeño en intentar descubrir cualquier tipo de error en el planteamiento teórico o en la implementación práctica del experimento, o en los cálculos de los que se derivan las mediciones obtenidas – recordemos, los 60 ns «de menos». Por otra parte, los experimentos científicos deben ser repetibles, es decir, que se repetirá el mismo experimento por otros equipos en otros lugares del planeta y se cotejarán los resultados (y dado que un experimento de este tipo es algo extremadamente complicado de realizar y no es algo que se haga una tarde de domingo en el garaje de casa con una cinta métrica y un cronómetro, esto puede llevar meses o incluso años). Aquí pueden pasar dos cosas:

1.- Que se demuestre que los resultados del experimento del CERN son erróneos, ya que otros (varios) experimentos similares arrojan resultados diferentes, o bien se encuentre un error en el planteamiento o realización del experimento o en las mediciones que hayan falseado los resultados, o

2.- Que otros experimentos similares confirmen los resultados y, en efecto, se compruebe que los neutrinos, bajo determinadas condiciones, pueden viajar a velocidades superiores a la de la luz. Si este fuera el caso, habría que revisar la Teoría de la Relatividad para acomodarla a la realidad, a los hechos, a las nuevas evidencias encontradas. No hay otra.

Y aquí es donde, ¡finalmente!, entran en juego las lenguas. A menudo se escriben libros y artículos sobre el origen o el parentesco de ciertas lenguas (el euskera es un buen candidato) o sobre el desciframiento de lenguas muertas (el íbero, el etrusco o el Disco de Festos son otras tres buenas victimas)  por parte de «iluminados» que, sin dudar de su auténtico interés por el tema y de su buena intención, apoyan sus teorías (primera acepción, en minúsculas)  en razonamientos o hechos insostenibles, que no soportarían el más mínimo escrutinio científico ni a menudo se corresponden ni de lejos con las evidencias lingüísticas, históricas o arquelógicas. Pero tratándose de lenguas, del lenguaje, parece que sobre eso todo el mundo puede pontificar y sentar cátedra alegremente. Por ejemplo, hay libros financiados por entes públicos que presentan «traducciones» auténticamente demenciales de todo tipo de inscripciones escritas en el signario ibérico, sin ningún fundamento lingüístico o histórico. Pensemos en el escándalo que supondría que un Ayuntamiento o una Diputación financiara la edición de un libro que defendiese que la Tierra es plana y el Sol gira alrededor de ella. El paralelo es casi exacto.

Pienso que esto es algo inaceptable y que debemos luchar por tratar el estudio del lenguaje (sobre todo los estudios lingüísticos comparativos y diacrónicos) considerando el lenguaje y las lenguas humanas como objetos de estudio científico y, como tales, sujetos a las condiciones establecidas por el método científico.

Como si fueran neutrinos…

Hawaiian Consonants

Hawaiian is reportedly one of the human languages with fewer consonant phonemes. It only has P (/p/), K (/k/, with an allophone [t]), ‘ (/?/, the glottal stop), M (/m/), N (/n/), H (/h/), W (/w/ with an allophone [v]) and L (/l/). Besides, it has five vowels, A, E, I, O, U, that can be either short or long.
This poverty of consonants makes it very difficult for Hawaiian speakers to render loanwords from other languages, in particular from English, with often amazing results. Some examples:

Kolūkalaiwa = screwdriver
Paikikala = bicycle
Pelekikena = president
Palakila = Brazil
Haukapila = hospital
Lekiō = radio
Poloka = frog

Etimologías curiosas: toponimia vasca en Burgos y La Rioja

Al parecer, la repoblación que tuvo lugar durante el siglo IX en la zona oriental de la provincia de Burgos (norte de la Demanda) y el valle de Ojacastro, en la actual Rioja, se llevó a cabo por pobladores venidos de más al norte y de habla vasca. Hay algunos testimonios escritos que lo avalan: algunas de las Glosas Emilianenses encontradas en San Millán de la Cogolla están en euskera y en 1200 los reyes castellanos concedieron un fuero a los habitantes del valle de Ojacastro por el que se les permitía seguir utilizando la lengua vasca en las instituciones castellanas. Pero seguramente el testimonio más claro de este hecho es la toponimia de la zona. En efecto, abundan topónimos de clara etimología vasca, tan al oeste como el río Urbel, al oeste de la ciudad de Burgos, por toda la zona de la sierra de Juarros y, sobre todo, en el valle de Ojacastro. En el siguiente mapa se ha recogido la etimología probable de algunos de estos topónimos. La relación de los mismos no es en absoluto exhaustiva: además de los nombres de pueblos y vllas existen por la zona multitud de topónimos referidos a ríos, riachuelos, arroyos, fuentes, caminos y lugares que tienen un claro origen vasco (cf. http://www.errioxa.com/7_toponimia_rioja/toponima_rioja.htm para topónimos riojanos y zonas adyacentes).  Algunas de las etimologías propuestas son únicamente posibilidades, a veces quizás rayanas en la «folk ethymology» (cf. Urbión<ur bi on = dos aguas buenas, aludiendo a las dos vertientes de la sierra); en otros casos, la etimología presentada es indiscutible. El caso de Atapuerca es particularmente oscuro y la etimología presentada en el mapa (Atapuerca < ata+puerta, donde ata es la palabra vasca para «puerta», resultando el topónimo en un doblete que se repite en otros casos como «Valle de Arán», donde Arán < haran, valle en vasco, o «Puente de Alcántara», donde Alcántara viene de la palabra árabe  al-qantara – القنطرة – que significa puente; cf. http://www.diariovasco.com/prensa/20070728/opinion/proposito-nombre-atapuerca_20070728.html).

Dada la nada despreciable posibilidad de que alguien vea en este artículo una intencionalidad política, nacionalista, regionalista o cualquier-otro-ista (aparte de la lingüista o historicista), quiero dejar claro que por mi parte no existe tal , y me parecería una tontería aprovechar o negar la evidencia a favor de unas u otras posiciones. Los hechos son los que son, los topónimos tienen el origen que tienen y a mí, particularmente y como burgalés, me parece enormemente curioso e interesante saber que nombres tan familiares como Urbel, Ibeas de Juarros o Zalduendo tienen un origen – y un significado en – vasco, igual que Duero o Arlanzón tienen un origen céltico – agua en galés es dwr (pronunciado «dur») – o  Mahamud es un nombre dado por replobadores mozárabes.

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Etimologías sorprendentes: albufera y Baréin

Albufera y Baréin son palabras hermanas. Albufera viene del árabe andalusí al-buhaira (البحيرة  ) , que significa literalmente «el pequeño mar» – forma diminutiva de bahr (بحر ) mar – mientras que el nombre del reino de Baréin (Mamlakat al-Bahraynمملتة البحرين)   viene de la forma en dual de la misma palabra árabe, bahr y por lo tanto significa «(Reino de los) dos mares».

Relacionado con la forma diminutiva árabe de la que deriva «albufera», en la Península Ibérica hay numerosos topónimos y nombres propios que derivan de formas diminutivas en árabe, siempre con la forma original C1-u-C2-ay-C3-a (donde C1, C2 y C3 son las consonantes de la raíz árabe correspondiente):  Almudena < al-mudayna, diminutivo de madina (مدينة ), ciudad; Alcocer < al-quSayr, diminutivo de qaSr (قصر ), palacio o fortaleza (de donde también viene la palabra alcázar), etc.